miércoles, 27 de julio de 2016

Pentecostés

Hay una evento mencionado frecuentemente en el mundo cristiano, pero que pocos comprenden completamente: Pentecostés.

 Desde la década de los 80´s, el nombre de Pentecostés se ha utilizado para nombres de iglesias, movimientos evangelísticos, bandas musicales, y mucho más. Incluso, hay una denominación cristiana conocida como “Pentecostalismo”, “Iglesias Pentecostés” o “Los pentecostales”.
       El nombre de Pentecostés generalmente se asocia (y de ahí es que se toma generalmente como nombre para tantas cosas) con los acontecimientos narrados en el libro de Hechos de los Apóstoles; sin embargo tanto la palabra como la celebración, ya existían mucho tiempo antes.
       Paca conocer bien los orígenes de Pentecostés, hay que regresar hasta cuando Dios libró al pueblo de Israel de la mano de Egipto. En el capítulo 34 de Éxodo, Dios comunica a Moisés las fiestas que anualmente han de ser celebradas, entre ellas menciona la fiesta “De las siete semanas”.
       Esta fiesta se debía celebrar 50 días (siete semanas) después de la pascua, de ahí deriva su nombre, ya que viene del término griego πεντηκοστή (pentekosté), es decir “quincuagésimo” (50°). Aunque tenía una gran relación con la agricultura, muy semejante a la de pueblos aledaños, dicha fiesta estaba impregnada de gratitud y libertad.
       Esta celebración perduró en el pueblo judío durante varios siglos aunque con altas y bajas. Durante la época de los reyes, junto con la pascua y otras fiestas, esta celebración disminuyó considerablemente; y aún más durante el cautiverio en Babilonia, sin embargo, al regreso, el pueblo supo retomarla, y a fechas de Cristo esta fiesta aún era celebrada.
       Regresando a la narración popular de Hechos 2; justo en el día de Pentecostés se encontraban los apóstoles en el momento que descendió el Espíritu Santo sobre ellos y comenzaron a hablar en lenguas.

       Este evento especial (anunciado por Jesús desde antes de su ascenso), da inicio a la misión evangelística de los apóstoles, y el comienzo de una nueva generación. A partir de ese momento, ya no necesitaríamos estar en comunión física a lado de Jesús, o en un templo específico, ya que el Espíritu Santo acompaña a quienes lo han recibido. 

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