La Iglesia es la única agencia cuya preocupación más grande está en la gente que no es parte de ella.
Una iglesia no se preocupa por mantenerse cómoda a sí misma (sus miembros) sino por alcanzar a aquellos que están afuera de ella. En el milagro o señal que leemos en el texto de hoy, nuestro Señor Jesucristo desafía a sus discípulos a saciar las necesidades de la gente que les rodeaba. La Iglesia de Cristo tiene una misión, a la que tiene que habituarse, y que debe cumplir con respecto a todos los seres humanos.
“Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” Juan 6:5.
La necesidad era física, sin embargo representaba una necesidad espiritual también. El Señor permite que sus discípulos se den cuenta de esta necesidad y puedan experimentar la urgencia de saciarla. Una iglesia, un creyente que se precia de ser pueblo de Jesucristo que no percibe la necesidad del mundo, debe reflexionar seriamente respecto a su identidad y a sus hábitos de piedad.
La Iglesia existe por causa de las necesidades de la humanidad. Todo ser humano tiene necesidades, pero la necesidad más grande que tenemos todos, es la necesidad espiritual. Esta necesidad se expresa de muy diversas formas: necesidad de conocer a Dios, necesidad de tener una razón para vivir, necesidad de perdón, necesidad de esperanza, necesidad de amor, necesidad de saber a dónde vamos al morir.
Sólo Cristo puede saciar estas necesidades básicas. Pero ahora miremos lo que nos corresponde a todo redimido experimentar.
“Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” Juan 6:8-9.
No sabemos quién era este muchacho, pero una cosa sí sabemos: Tenía el buen hábito de portar una pequeña cantidad de alimento, y eso sirvió para alimentar a una gran multitud. Si hacemos cuentas, su “lonche” se multiplicó miles de veces.
Tal vez se trataba del alimento que tradicionalmente todo mundo traía consigo en una canasta personal durante sus viajes, tal vez era su manera de ganarse la vida, tal vez llevaba esa comida a otras todos. Los discípulos del Señor son en este momento la Iglesia que es usada para distribuir la bendición.
Las doce cestas que se mencionan son, posiblemente, las tradicionales “mochilas” que todo viajero cargaba con el alimento pertinente. Pero, el número doce representa, en la simbología judía, “el pueblo de Dios”. Por eso se habla de 12 tribus, doce apóstoles, etc.; de cualquier modo, es la Iglesia del Señor la comisionada a tener el buen hábito para percibir la necesidad, encontrar el potencial y distribuir la bendición.
“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.” “Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.” “Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.” Juan 6:11-13.
La situación original era de hambre y cansancio, después de la intervención del Señor por medio de su Iglesia sólo se notaba bendición física y espiritual. El pueblo de Dios ha recibido bendición de gracia, y de gracia debe compartirla.
Dios no está obligado a responder positivamente todas nuestras oraciones; sin embargo, muchas veces nos sana, nos transforma, cambia circunstancias en forma milagrosa y nos bendice más allá de lo que solicitamos. Podemos decir que Él no siempre nos da lo que pedimos, pero siempre nos da lo que necesitamos.
Por esta razón, su Iglesia es un pueblo en donde los testimonios de ricas bendiciones son cotidianos. Él sigue haciendo milagros entre nosotros como los hacía en la época bíblica.
Reflexiona un poco ¿Te ha bendecido Dios con algo que puedes compartir y hacerlo como un buen hábito? ¿Ha realizado Dios algún milagro en tu vida? ¿Estás dispuesto a poner tu vida en las manos de Dios para que Él bendiga a muchas otras personas?
Atrévete a ser usado por Dios
Jesús quiere que vayamos por todo el mundo re
conociendo las necesidades de la gente y haciendo algo al respecto. Una persona que se une a la Iglesia de Cristo se une a una comunidad que se preocupa por las personas, especialmente por las menos afortunadas.
Que todos los hombres y mujeres del mundo tengan la oportunidad de saciar sus necesidades básicas espirituales y físicas. Y si para ellos hay que poner la vida, que así sea.
Por eso, desarrollemos programas de acción social que provean a la sociedad de mejores posibilidades para elevar su nivel de vida. Soñemos y oremos con tener centros de rehabilitación diversos. Soñemos y oremos con establecer casas hogar para niños, centros de apoyo a víctimas de violencia familiar y muchas cosas más.
Por Pastor Víctor Zárate
No hay comentarios:
Publicar un comentario