Hace aproximadamente unos 2019 años (¿o
2020 para que sea número cerrado?) nació en el pequeño pueblo de Belén en el
actual Israel, un niño que físicamente pudo haberse visto como cualquier otro,
pero que sus padres sabían sería el salvador del mundo.
Todas las historias de superhéroes tienen
un inicio, pero más allá de eso tienen un trasfondo previo a ese inicio.
Supermán por ejemplo, su historia comienza el día que llega a la tierra, pero
hay toda una red de problemas complejos detrás de ello que involucra incluso la
destrucción de un planeta entero. Si bien a Batman suelen darle de inicio el
momento en que sus padres son asesinados saliendo del teatro; cualquier
fanático del caballero de la noche sabe que el problema de Bruce Wayne con los
murciélagos y demás complejos psicológicos eran previos al doble homicidio; por
no hablar de toda la violencia y corrupción que ya aterrorizaban ciudad Gótica.
Bueno, pues si así sucedió con los héroes
ficticios, cuánto más no había de pasar con el verdadero salvador. La realidad
es que Jesús no nació por la pura curiosidad divina de ver qué se sentía ser
carne. Tampoco nació para servir como buzón de quejas y sugerencias de los
hombres con Dios. Menos nació para la exclusiva misión de hacer milagros y
sanaciones. No fue un profeta más.
Jesús vino a la tierra con una misión muy
específica y era la de morir y resucitar.
Cordero
de Dios
A partir de que el pueblo de Israel es
liberado de la opresión de los egipcios, Dios estipula leyes sobre su pueblo
para que se conduzcan con rectitud. Salirse de esta ley era caer en pecado
(pecado que separaba tanto a la persona de Dios, que en ocasiones el pecador
tenía que pasar la noche afuera del campamento o la ciudad), y para ser
perdonado del pecado ante Dios se tenía que recurrir a un levita que
intercediera por uno y realizar un sacrificio.
Si bien se sacrificaban distintas cosas
dependiendo del pecado y de la situación económica del individuo, la base de
los sacrificios que se realizaban eran los corderos. Estos animales eran
cortados y mutilados, y su sangre se derramaba. No es necesario aclarar que el
animal sufría mucho en el proceso, aunque ciertamente no era una gran
preocupación para la persona que había pecado.
Todo esto lo explico porque hay un pasaje
clave en la vida de Jesús, el día de su bautizo. Dice la palabra en Juan 1: 29
que “vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo”. Referirse a un hombre como el “Cordero de Dios” era
un mal presagio ante los ojos de la gente, pues claramente significaba que
aquel hombre habría de pagar el pecado del mundo, y si un cordero sufría
indescriptiblemente por el pecado de un hombre, cuánto tendría que sufrir aquel
Jesús por el pecado de todo el mundo.
Los profetas del antiguo testamento habían
asegurado desde hacía más de trecientos años que vendría un salvador que
reconciliaría a Dios para con los hombres, rompiendo la barrera que les
separaba. Así, Jesús en Lucas 4, lee un pasaje del libro de Isaías donde dice
que será el año agradable del Señor, que sanará a los enfermos y dará vista a
los ciegos; luego, Jesús mismo asegura “Hoy se ha cumplido esta Escritura
delante de vosotros”, afirmando así que Él era el elegido de Dios.
La
profecía cumplida
Pero el libro de Isaías no solo profetizaba
cosas bonitas, también en el capítulo 53 se lee:
Ciertamente llevó
él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por
azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el
pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como
cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca.
De esta manera, tras tres años de
ministerio de evangelización, acompañado de sus discípulos, Jesús es
traicionado por uno de ellos y llevado ante las autoridades religiosas y
políticas. Por una gran influencia del sumo sacerdote y demás levitas, es
hallado culpable y cumple la profecía de Isaías al sufrir la paga del pecado de
la humanidad en su propio cuerpo como el cordero pagaba el pecado del judío
anteriormente.
Finalmente muere colgado en una cruz en un
lugar público para que cualquiera lo pueda ver.
Sin embargo para fortuna nuestra la
profecía tampoco terminaba ahí, aún faltaba algo más y era la resurrección del
Mesías. Jesús mismo lo dijo en Mateo 12: 40 al decir “Porque como estuvo Jonás
en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del
Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”.
Al tercer día de la muerte de Jesús,
visitan su tumba y no se encuentra allí el cadáver. Hubo confusión, claro,
entre la idea de que resucitara, que lo hubieran robado o que alguien jugara
una broma pesada; pero finalmente Cristo rompe toda duda al presentarse
físicamente frente a sus discípulos.
La resurrección de Jesús no era sólo para
darle dramatismo, ni un “final feliz” a los evangelios. La resurrección de
Cristo es el momento en que Jesús venció a la muerte, la derrotó por completo y
con ello le demostró al mundo que tiene el poder para la resurrección y que
cumplirá su promesa de resucitarnos a nosotros el día del Señor.
Es ahí donde se encuentra nuestra
salvación.
El
verdadero significado de la navidad
Miles de veces he escuchado en cine y
televisión que el “verdadero significado de la navidad es que resulta mejor dar
que recibir” (acto seguido, los personajes se regalan cosas, se abrazan, se
besan y disfrutan de una noche hermosa a la luz del fuego de una chimenea
mientras afuera nieva de forma espléndida).
Para aquel que siente regodear su corazón
con esta escena, lamento informar que ese no es el verdadero significado de la
navidad (aunque no quita que es buen mensaje). En realidad el verdadero
significado de la navidad es celebrar y estar en suma alegría por haber tenido
un salvador. Porque estábamos muertos en nuestros pecados (todos, no sólo los
judíos, ni tu vecino) y por ello estábamos apartados de Dios (“Pues todos han
pecado y están privados de la gloria de Dios” Rm. 3: 23); porque por nuestros
pecados sólo nos esperaba una cosa y era la muerte eterna (“Porque la paga del
pecado es muerte” Rm. 6: 23a). Y porque a pesar de eso, hubo un hombre que tomó
la paga de nuestros pecados, sufrir por nosotros y vencer la muerte, dándonos
la promesa de la vida eterna (“la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús, nuestro Señor” Rm. 6: 23b).
Sí hay algo importante que celebrar esta
navidad. No importa si de verdad nació o no un 25 de diciembre. El verdadero
significado de la navidad es agradecer a Dios por habernos salvado por medio de
su hijo Jesucristo.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna.
Juan 3: 16
Feliz navidad.
Por Fernando Castro