La biblia habla claramente sobre el fin de los tiempos y el regreso de Jesucristo. No conforme con avisarnos, también nos advierte señales que podemos notar y con ello “anticipar” (hasta cierto punto) que ya viene Cristo por su iglesia.
A continuación analizaremos cinco de estas señales que Jesús mismo nos mencionó:
Guerra y rumores de guerra (Mateo 24: 6)
En el comienzo de su explicación, Jesús menciona que escucharemos de guerras y rumores de guerras. Está bien, admitámoslo, las guerras no son nada nuevas. Desde los años antes de Cristo, los pueblos ya se partían la cabeza entre ellos constantemente. Sin embargo Cristo no sólo menciona “guerras” a secas, menciona que de forma masiva las naciones se levantarán entre ellas.
Aunque desde años anteriores a Cristo ya había guerras, jamás una tan grande como las que hoy en día conocemos como 1ra y 2da guerra mundial; en donde llegaron a participar hasta dos terceras partes de los países del mundo.
¿Y entonces porque seguimos aquí? ¡Ah! Dijo Cristo que no acabaría todo aquí, además vienen otras cosas.
Pestes, hambres y terremotos (Mateo 24: 7)
No vamos a dar por sentado que todo es horrible ahora. Analicemos la situación, entre las epidemias y pestes más importantes de la historia tenemos algunas como la peste española (1918), la peste negra (siglo XIV), e incluso la peste de Atenas (430 a.C.). La realidad es que enfermedades y pestes ha habido siempre. No obstante las palabras de Cristo retumban hoy al darnos cuenta que aún con los avances tecnológicos y los avances en medicina, los virus siguen mutando, adaptándose y matando personas. No sólo eso, sino que cada peste nueva trae mayor número de muertos que la anterior (incluso en porcentajes).
Además de eso, los terremotos se han incrementado de forma exponencial a lo largo de la historia. Hasta el año 1000 (mil), los terremotos más fuertes que se registraban, difícilmente pasaban 7.5 grados (en escala de Richter). No se registran más de 5 terremotos mayores a 8 grados, antes de dicha fecha. Mientras que 14 de los 20 terremotos más fuertes de la historia (todos mayores a 8 grados) son del año 1900 a la actualidad. Hoy día vivimos con muchos más terremotos y mucho más fuertes; así como muchas más enfermedades nos atacan, y mucho más mortales.
Ser aborrecidos por su nombre (Mateo 24: 9)
Actualmente la homosexualidad, el transexualismo y hasta el transgénero son apoyados por las masas; entre más cosas aceptan las personas como “buenas” o “correctas”, peor se le ve a los cristianos. Hoy día miles de hijos de Dios son atacados por sus creencias y por defender a Dios en un mundo modernizado. Lo peor es que está escrito, sabemos que las cosas empeorarán.
Y todo esto, sin mencionar todas las regiones y hasta países enteros donde el cristianismo es prohibido y/o perseguido al grado de matar cristianos.
Falsos profetas (Mateo 24: 11)
Foto: David Koresh |
Así como Koresh, en los últimos años han surgido varios falsos profetas resaltantes como L. Ron Hubbard (fundador de la cienciología), o Stewart Traill, fundador de la “Iglesia del entendimiento bíblico”; Traill dice ser la reencarnación de Elías y hace que los miembros de la secta le donen el 90% de sus ingresos. Actualmente Traill vive, sigue siendo el líder de dicha secta y tiene cuatro aviones personales así como una casa de medio millón de dólares.
El amor se enfriará (Mateo 24: 12)
Este versículo dice que “por haberse multiplicado la maldad” se enfriarán los corazones. Y hoy día vemos tanta violencia y maldad en programas, películas, videojuegos, caricaturas, periódicos y hasta en la calle, que incluso los niños han perdido la sensibilidad ante el necesitado. Podemos pasar frente al huérfano, el pobre, el enfermo o la viuda y no sentir lástima en lo más mínimo; mucho menos, la necesidad de ayudar.
Todo esto que sucede actualmente, puede que ya sucediera desde antes, pero cada día sucede más y con mayor intensidad, mayores consecuencias y mayores alcances. Es necesario tener cuidado con todas estas señales porque “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24: 13).
Por Fernando Castro