¿Alguna vez te has preguntado cómo se hizo la Biblia?
¿Cómo tantos libros y cartas de tan diferentes personas llegaron a estar todas juntas
juntitas? En esta ocasión queremos darte una idea de lo que Dios hizo a través
de la historia para que la Biblia fuera como es hoy.
Vale mencionar primeramente que este proceso de Canonización (el de selección de los libros sagrados) es muy variado, ya que la Biblia católica no incluye los mismos que la cristiana, y éstas a su vez, que la judía. Así pues, nos centraremos más en la cristiana-protestante.
Los primeros cinco libros de la Biblia, conocidos en
conjunto como el pentateuco, de quienes
se cree que los escribió Moisés; fueron escritos en diversos momentos, algunos fragmentos
fueron escritos en el momento en que ocurrieron los hechos, y otros, varios
años después. Desde su inicio, estos libros se convirtieron en sagrados y desde
los tiempos del Rey David, ya conformaban los libros sagrados que los reyes de
Israel leían.
A partir
de aquí las cosas ya no fluyen tan fácil. El tiempo corrió y el pueblo de
Israel enfrentó grandes acontecimientos, de bendición y de castigo, y la gran
mayoría de éstos fueron quedando grabados en las páginas de los pergaminos que
hoy son sagrados. Algunos en lo que hoy conocemos como libros “Históricos” (Josué,
Jueces, Rut, los libros de Samuel, Reyes y Crónicas, Esdras y Nehemías), otros
conocidos como los de “La Sabiduría” (Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y
Cantar de los Cantares), y finalmente los proféticos, que a su vez son los Mayores
(Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) y los Menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías,
Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías).
Cada uno
de estos libros, escritos en diversos momentos y por diversos autores, fueron
quedando en manos del pueblo de forma casi inmediata y la gran mayoría fueron aceptados
como “sagrados” aunque no de forma oficial. Hasta llegando al siglo II d.C. fue
que los rabinos y líderes comenzaron a realizar juntas con el fin de definir
qué libros se tomarían como sagrados y cuáles no. Durante este tiempo se
realizaron diversas disputas al respecto. Si bien, la gran mayoría de los
libros fueron aceptados por unanimidad como sagrados; los libros de Esther, Eclesiastés
y Cantar de los Cantares, enfrentaron mayores problemas para ser aceptados.
Finalmente,
se dio a finales del mismo siglo, que fue sellado el antiguo testamento como lo
conocemos hoy, salvo ciertos libros que la iglesia católica añadió tiempo después.
Pero el nuevo testamento no corrió la misma suerte.
Aunque
más fácil, el proceso de unión del nuevo testamento fue más lento y
cuestionado. En el siglo II d.C. se realizaron muchas discusiones en torno a la
aceptación de los libros; casi todas las iglesias más importantes aceptaron rápidamente
lo que fueron los cuatro evangelios, hechos, 1 Pedro, 1 Juan y 13 cartas de
Pablo (o Paulinas), excluyendo Hebreos, 2 Pedro, 2 y 3 de Juan, Santiago, Judas
y Apocalipsis. Además de esto, el teólogo Marción descalificó casi todo,
argumentando que los únicos libros sagrados eran el evangelio de Lucas y las
cartas Paulinas.
Casi de
inmediato fueron aceptados Hebreos y Apocalipsis, aunque a fines del siglo III
d.C. fueron severamente criticados, Hebreos por desconocer a su autor, y
Apocalipsis tanto por el autor como por su contenido. Por su parte, 2 Pedro, 2
y 3 Juan, Santiago y Judas fueron aceptados casi por todos a partir del siglo
III y en el siglo IV fueron canonizados oficialmente.
En el año
367 fue cuando Artenasio, obispo de Alejandría, escribió una carta pascual para
instruir a las iglesias bajo su mando; en esta carta enumeraba los 27 libros del
Nuevo testamento tal como los tenemos hoy en día.
De esta
forma, para finales del siglo IV d.C. la colección de libros sagrados aceptada
por la mayoría de las iglesias era la misma que la que usamos hoy como
“Biblia”. Como mencionamos al principio, aún hoy en día, hay quienes no creen
en que Cristo sea el hijo de Dios, y por tanto, descalifican todo el Nuevo testamento.
Además en la época de la reforma católica (siglo XVI), esta iglesia incluyó
libros que los protestantes rechazan.
Es así,
cómo desde la mano de Moisés en el desierto, se puede pasar por David y
Salomón, por Isaías y Jeremías, por Lucas y Juan, por Pedro y Pablo, por tantos
y tantos autores que de una u otra forma fueron escribiendo en pergaminos la palabra
de Dios, que hoy en día, nosotros tenemos el gozo de poseer en un libro
compacto que compramos en cualquier parte. Así es, cómo se formó la Biblia.
Por Fernando Castro